El pertenecer a una religión ha sido, sin duda, uno de los principales razgos de todo humano desde los orígenes de la civilización. La imaginación del humano primitivo, al cobrar conciencia de sus limitaciones físicas y de adaptación al medio se vió en la necesidad de potenciar sus aptitudes bajo la idea de que una entidad suprema había creado todo lo conocido en su entorno para su servicio, posterior a esto, fue creando códigos de conducta para el control social, y la designación de las clases sociales primarias.
Las religiones han sido, también, el principal freno para el avance del conocimiento humano, así como para la equidad entre clases y razas, además de ser los principales motores de los imperios que han gobernado en las diferente épocas. Y los medios de manipulación de masas por excelencia.
Cuando la gente cobra conciencia de todo esto, lee un poco de historia, y confronta la historia narrada en los libros sagrados contra la historia documenteada, normalmente se aparte de la práctica de la religión, muchos se declaran agnósticos y otros ateos. Sin embargo siguen estando dentro del "padrón" de la religión en la que se inscribieron o fueron inscritos, en la mayoría de los casos porque se ignora que hay una forma documental de llevar a cabo la separación definitiva con la organización a la que pertenecieron.
En el caso de la religión católica existe un procedimiento al amparo del cánon 751 de su propio Derecho Canónico para realizar esta separación:
"Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo,
de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda
pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe
cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la
comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos."
